"A fines del siglo XVIII, los indios están obligados a escupir cada vez que nombran a cualquiera de sus dioses. (...) Están obligados a cubrir sus cuerpos, porque la lucha contra la idolatría es también una lucha contra la desnudez, la peligrosa desnudez que produce en quien la contempla, según el Arzobispo de Guatemala, mucha lesión en el cerebro. Están obligados a repetir de memoria el Alabado, el Avemaría y en Padrenuestro. ¿Se han hecho cristianos los indios de Guatemala? (...) Los indios pasean a la Virgen en andas de plumas y llamándola Abuela de la Luz le piden cada noche que mañana traiga el sol; pero con mayor devoción veneran a la serpiente que ella aplasta bajo el pie. Ofrecen incienso a la serpiente, viejo Dios que da buen maíz y buen venado y ayuda a matar enemigos. Mas que a San Jorge veneran al dragón cubriéndolo de flores; y las flores a los pies del jinete Santiago rinden homenaje al caballo, no al apóstol. Se reconocen en Jesús, que fue condenado sin pruebas como ellos, pero no adoran la cruz por ser símbolo de su inmolación, sinó porque la cruz tiene la forma del fecundo encuentro entre la lluvia y la tierra.
(...) No responden al pregón ni a la campana; hay que buscarlos a caballo por pueblos y milpas y arrastrarlos por la fuerza. Se castiga la falta con ocho azotes, pero la misa ofende a los dioses mayas y eso puede mas que el miedo al cuero. (...) para ellos toda tierra es iglesia y todo bosque, santuario.
(...) Por huir del castigo en la picota de la plaza, algunos indios llegan al confesionario, donde aprenden a pecar, y se hincan ante el altar, donde comulgan comiendo al dios del maíz. Pero sólo llevan a sus hijos a la pila del bautismo después de haberlos ofrecido, monte adentro, a los antiguos dioses. Ante ellos celebran alegrías de resurreción. Todo el que nace, nace de nuevo."
(De Memoria del fuego: Las Caras y las Máscaras, Eduardo Galeano.)
Cada vez que lo leo, no puedo dejar de indignarme y de imaginarme cómo hubiera sido, de no haber sido como fue...